
Llego al Ministerio de Defensa con boato, como una gran estrella, como si de una primera comunión se tratase, rodeado de lo más variopinto de la sociedad española, y se ha ido de la misma forma aunque con menos asistentes. Parece por sus palabras que es un gran defensor de España, como Nación única que es, legal, política e históricamente, y como quijote (por manchego él) de la defensa de nuestra Bandera, nuestro Himno, nuestra unidad; pero no nos llevemos a engaño, de D. Quijote nada de nada, es un simple Poncio Pilatos y ahora que nos encontramos en la Semana Santa, lo cierto es que la comparación viene que ni pintada.
Se ha lavado las manos, ha dejado de lado el respeto a la Constitución, y en un gesto poco edificante ha dicho me voy y ahí os quedáis con el embolado de las reformas estatutarias contrarias a la Constitución, ahí os quedáis con la negociación con ETA y las prebendas que pueda llevar, pero yo (por motivos familiares, ja) me voy a mi casa y me lavo con agua y jabón. Si realmente le importase tanto España, la coexistencia bajo una única Nación, el simbolismo de nuestro Himno y nuestra Bandera lo que tenía que haber hecho como Ministro del Reino de España es haberlo dicho, haberse opuesto a todo aquello que moralmente (y legalmente según dijo en alguna ocasión) va en contra de España y de los españoles. No hacerlo así, y simplemente quitarse del medio para lavarse las manos, no sólo no le honra si no que lo califica, y me imagino que al General Mc Arthur tampoco le habría gustado.
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